lunes, diciembre 05, 2011

CRÍTICA Y CRISIS

Si hoy por hoy sabemos que nos hallamos en una profunda crisis estructural, también tenemos claro que lo peor de la misma está por venir. No estaría de más revisar un espléndido libro, convertido ya en clásico, publicado primero en 1954 como tesis doctoral, y luego en 1959 como reelaboracion. Un libro gestado en un entorno poco evocador, en un clima de futuros pasados poco habitables. Un clásico, Crítica y crisis. Un estudio sobre la patogénesis del mundo burgués, de Reinhart Koselleckquizá más necesario hoy que nunca. Un texto que remite a otra posguerra y que conecta Ilustración con política, o dicho de otro modo, que implica publicidad con arcano, Filosofía de la Historia con otras experiencias del tiempo, y que identifica la Modernidad como el despliegue de una razón catastrófica, de una razón paradójica en si misma que es la sinrazón.
Crítica, que es juicio, discernimiento, y crisis entendida como la abertura de unas nuevas condiciones de posibilidad que abren un abanico de elementos susceptibles de selección y decisión hasta extremos insoportablemente amplios. Una Ilustracíón (que pretende y está consiguiendo ser universal) que en su constante hacer crítica trae crisis (también universal). Una crisis endógena europea que se ha desbordado a sí misma sedimentándose como universal casi definitivamente. Crisis, que tiene como naturaleza esencial habitar una utopía aporética, a saber: encontrarse en un mismo y único sitio situado en cualquier parte. Y es esta una globalidad fantasmagórica y espectral radicada en un no-estar: el individualismo es total, y por lo tanto, ficticio. Y tanto es así, que cree poder estar fuera de la Tierra conquistando ya el espacio todo, sin estarlo, por supuesto, realmente. Una crisis que aglutina en torno a si fermentos de todas las condiciones y características, y que tiene su origen en la Ilustración. Esta Ilustración inventó una Filosofía de la Historia apoyada en un hipotético, creado y construido progreso teleológico de matriz europea extensible a todo el globo. Y, la unidad que supuestamente entraña no hace más que mostrar y revelar verdaderas escisiones sistémicas (Estados Unidos vs Unión Soviética...). De este modo, esta experiencia pretendidamente intempestiva adquiere un claro sesgo político tanto en sus orígenes como en su despliegue y vertimiento práctico, que es imposición a sangre y fuego, y en sus diversos puntos de llegada en cuánto respuesta al Absolutismo. Y si el Absolutismo condiciona la Ilustración, esta es la génesis de la Revolución francesa, y por lo tanto, de la Revolución. Y, entre ellos, otra vez, crítica y crisis como relación causal entre una crítica ejercida y una crisis en ciernes, que se avecinaba nacida de esa crítica, sin consciencia de todo ello. Crisis que es ante todo política, pero crisis empecinada por los ilustrados en que fuera filosófico-histórica mientras se les escapaba, literalmente, el tiempo de las manos. Crítica, otra vez, que constituyó un auténtico imán social revolucionario y que aparece iluminada por la Filosofía de la Historia en todos sus campos objeto. A través de la crítica artística se demudó el mundo y se reconstruyó dividiéndolo entre antiguos y modernos, trocando el tiempo en un nuevo pasado y en un nuevo futuro. Mediante la crítica al cristianismo se secularizó la soteriología (salvación) propia europea, y se adaptó, de nuevo, a un progreso teleológico, transformando la tradicional escatología en una "Historia del progreso", donde se convierte al futuro en habitable mientras precisamente, un presente corrompido carecía (y carece) de importancia.
Por otro lado, (que es en realidad el mismo), el fin de las guerras de religión puso coto a un nuevo mundo "moral". El individuo, ahora "libre" de un vínculo religioso imperativo, se ve sometido a un poder político que detenta todo el monopolio de la moral, obturando toda emancipación moral real. Así, el hombre (mas no la mujer, aún autoproclamándose ilustrados), libre ahora de toda "atadura" religiosa, querrá también emanciparse de una atadura politico-moral. Si la religión ha pasado a ser privada, la moral (consecuencia de, precisamente, la religión y la ley) también querrá serlo, concediéndose a si mismos los individuos, desde su individualidad, que es entendida como una salida de una autoculpable minoria de edad, el derecho gratuito de condenar como inmoral el dominio del soberano, abriendo paso a una legitimación de la violencia que se tiñe de palabras vacías, al ser ya mayores de edad y poder permitírselo y defenderse violentamente. Y si, a fin de cuentas, la moral ya no es religiosa, y tampoco querrá ser política, carecerá en el futuro, ese futuro perfecto pretendido pero no conseguido, de base real alguna, pero que se otorga, otra vez, un fantasmagórico, quimérico e inexistente dominio y control de la naturaleza: una utopía, otra vez, filosófico-histórica, puesto que la política en si, ahora en términos reales, quedó disuelta en una construcción arquitectónica de futuro contingente: este es el verdadero lugar en el que estamos.
Una crisis europea que se ha convertido en global y que de momento no tiene término. Unas miras puestas en un futuro perfecto que tendrá que llegar por gracia de Dios pero rechazando a Dios. Una crítica constante que oscila entre el individualismo y la globalidad. Si, Crítica y crisis, un libro, clásico, es más necesario hoy que nunca.

viernes, septiembre 09, 2011

LIBERTAD, SEGURIDAD Y CIUDADANÍA HOY

-Recientemente hemos tenido la oportunidad de observar, algunos, y de vivir, otros, movimientos y manifestaciones provistos de un substrato aparentemente común: el reclamo de un mayor (si no total) protagonismo de la "sociedad civil" en la cosa pública.

Como es lógico, esta exigencia cuenta con un definido origen histórico que podemos vislumbrar e identificar dentro de una acotación temporal reciente. Y, en este sentido, tres son las palabras clave que aquí escogemos para abordar con relativo éxito la empresa: libertad, seguridad y ciudadanía.

Desde un punto de visto antropológico, el hombre parece experimentar intermitentemente dos deseos en apariencia contrapuestos: el afán de libertad y la búsqueda de la seguridad. También, desde una perspectiva global, las sociedades han ido serpenteando en una secuencia política pivotando entre estas dos tentativas, llegando a cosificarlas y a convertirlas en una dualidad no complementaria. Evolutivamente, tal proceso evoca una sencilla operación matemática: a mayor aumento de libertad surge un connatural temor que acaba generando intentos casi desesperados por imponer una más férrea seguridad. Pendulando en un espectro temporalmente reciente, el momento de la libertad estaría simbolizado en el liberalismo, y el momento de la seguridad en el comunismo.

Un avance de nuestro tiempo es el intento de conciliar libertad y seguridad como si de una suerte de solución hegeliana se tratase, ya que vivimos en un mundo que teoréticamente intenta garantizar grandes espacios de libertad que sean capaces de convivir con amplios lugares de seguridad. No obstante, las sociedades siempre son activas por un arrollador y a veces, un absurdo deseo de cambio, al cual se le otorga el sacro nombre de "progreso" y que tiene por fin traer el paraíso, un paraíso secular a la tierra. Además, una de las grandes enfermedades congénitas de la llamada Modernidad, el "cortoplacismo", tiene por efecto que este proceso se enmarañe y acelere y que existan profundos problemas para armonizar el contenido semántico de esta libertad y esa seguridad.

En un plano más específico, podríamos traducir nominalmente estos dos conceptos en relación a la perversión que su sentido ha experimentado: para la libertad, individualismo; para la seguridad, muchedumbre (entendida como una colectividad aporética y desordenada). En fin, egotismo y globalidad.

Un perfecto ejemplo de lo hasta aquí expuesto lo constituye el Movimiento 15-M, que reclama, por un lado, "una democracia más participativa", que entenderemos como una vía de llegada a la democracia directa, lo que supone, en definitiva, una solución política basada en el auto-gobierno (momento de libertad) y por otro lado, medidas encaminadas hacia la consecución de un Estado socializado intentando galvanizar a sectores ulteriores del movimiento (momento de seguridad). Y, bajo este contradictorio reclamo, subyace ese ferviente deseo ya comentado: un mayor protagonismo de la sociedad civil (momento de libertad) bajo el amparo de una colectividad heterogénea (momento de seguridad).

Si hasta ahora hemos descrito los vaivenes zigzagueantes que han sufrido la libertad y la seguridad en un tiempo ciertamente pronto, entendidos como base de un sistema, hasta llegar hegelianamente a una relativa feliz ecualización, ambos conceptos se pueden enfocar desde un parámetro diferente, aunque ligado al primero.

En una escala no sistémica, pero aún social, los deseos de libertad y seguridad, conjugados, fueron instilándose en la conducta de hombres y mujeres que compartían un destino común confeccionando una actitud que una vez petrificada creó una red de comportamientos que desembocaron en lo que se ha venido denominando como ciudadanía, ciudadanía que puede incluso habitar distintos sistemas políticos, aunque clásica e históricamente se contuvo idealmente en la república. Así, en la definición misma del concepto de ciudadanía encontramos una de las más eficientes combinaciones entre libertad y seguridad en conexión, como ya se ha dicho, no solo a un sistema político, sino a la conducta civil, trascendiendo polos ideológicos hasta llegar a empapar ya todo el ámbito social permitiendo una regulación armónica entre las distintas individualidades en concomitancia con la globalidad propia de una sociedad, una sociedad que se autogobierna a partir del zoon politikon aristotélico. De este modo, la ciudadanía puede definirse como aquél conjunto de personas que son capaces de darse a la sociedad por encima de sus individualidades. Y si en un principio este "darse a la sociedad" pudiera inducir más a pensar más en términos de seguridad que de libertad, existe una característica indispensable e irrenunciable, a saber: que el ciudadano debe incidir personalmente en la cosa pública, sin representantes, sin intermediarios, fundamentalmente en defensa de esta y con el derecho y la obligación de portar armas, incluso llegando a dar la vida por su país, y por tanto, por él mismo. Conducta dadora y solidaria entre los miembros de una sociedad más que intelecto o enciclopedismo.

Pero volviendo otra vez al hoy, y partiendo de la patogénesis que ha supuesto la implementación y aceptación de los valores ilustrados, los conceptos de libertad y seguridad han quedado trastocados y desvalorizados. Según el eje descrito, la libertad se ha llegado a equiparar históricamente con una ambición e iniciativa desmedida, con el abuso y la desigualdad; por el contrario, la seguridad se ha planteado en términos de prohibición, eliminación de la individualidad, o, dicho de otro modo, de devastación de las voluntades personales, dado que las representaciones empíricas recientes de la libertad y la seguridad (liberalismo y comunismo) han fracasado o están en vías de fracasar política y socialmente. No obstante, para dar una definición más o menos aceptable de estos dos conceptos partiremos del clásico estudio de Isaiah Berlin. Para empezar, Berlin distingue perfectamente entre dos tipos de libertad: la libertad positiva y la libertad negativa. La libertad negativa sólo se materializa frente a los obstáculos y es gregaria únicamente por coincidencia, lo cual proyecta un sentido más cercano al concepto de "seguridad necesaria" que al de libertad. En cambio, la libertad positiva ha de entenderse como el potencial que permite la autodeterminación personal en total compenetración y consonancia con la de otros seres, verdadera, por tanto, libertad.

Y si libertad es potencial y autodeterminación, también convendría discriminar entre dos tipologías históricas de seguridad. Se puede entender la seguridad como una muralla ante elementos exteriores y contrarios a los aceptados y fagocitados moral y legalmente. Pero, ¿qué ocurre con la seguridad interior? ¿Podemos permitirnos concebirla solo frente a los obstáculos? No. Una seguridad plena siempre lleva consigo implícita una palabra: responsabilidad. La seguridad basada en el aliento de una gran masa, de un grupúsculo en ocasiones insoportablemente excesivo, de una colectividad informe y espectral, solo lleva a una falsa sensación de protección y a una dinamitación interna. Hoy, la seguridad basada en el miedo genera prohibición, tensión e intentos de homogeneización excesivos. Hoy, la seguridad debería nacer de la responsabilidad para originar mediante esta lo que en la cultura anglosajona se conoce como autolimitación: en la autolimitación se encuentra la libertad más impoluta y la seguridad más solida. La autolimitación permite un autogobierno consciente, un fuerte y estrecho sentido de la responsabilidad social, una dación de generosidad y solidaridad para con la sociedad, y todo ello en un puzzle dotado de toda la consistencia posible por pivotar sobre la base del equilibrio. El combo democracia directa-Estado socializado es un error europeo típicamente continental. Este tándem explica un momento crucial en la Historia europea: otra vez, a mayores cotas de libertad, obsesión por la seguridad, lo cual parte sin duda de una irresponsabilidad ante esta libertad y de un individualismo feroz que no es capaz de cuajar con la sociedad y que en su intento de seguridad precisamente la uniformiza obturando, en realidad, todas las individualidades de la manera más radical. Sin una cultura de la autolimitación y sentido de la responsabilidad ante una libertad positiva surgen figuras nacidas al calor de un trastornado y volteado deseo de seguridad, llámese Stalin, llámese Mao, o llámese Hitler. Hoy, gracias a las nuevas relaciones virtuales y a Internet, sabemos seguro que la democracia directa llegará, y hay que estar preparado para afrontar ese momento de libertad sin reclamar medidas absurdas ornamentadas de un falso sabor de seguridad que lo que hacen es, precisamente, actuar en un sentido contrario al deseado.

A mayor aumento de libertad, mayor aumento de responsabilidad social y del propio sentido de sujeto individual: en caso contrario, no somos más que un deshecho y una piltrafa ante la libertad.

domingo, febrero 27, 2011

EXPOSICIÓN "EL ESPLENDOR DEL ROMÁNICO"





-Rica, variada e impactante. La exposición El esplendor del Románico, patrocinada por la Fundación Mapfre describe, con algunos meandros, una trayectoria que viene a llenar de sustancia estas tres palabras. El espectador, según avanza, tiene la oportunidad de darse cuenta de que no se halla ante una exposición "al uso". Precisamente por su riqueza y variabilidad (desde la pintura, donde Cristo aparece con todos los apóstoles o solo con los cuatro evangelistas, hasta la escultura, en madera o en distintos tipos de metal), resulta harto complicado dotar a la exposición de características generales. Forzando un poco las cosas, podemos establecer un elemento "más o menos" común: la representación de un Cristo central y mayestático, con los apóstoles situados a los flancos. Aunque esto quizá sería forzar demasiado, ya que ni Cristo presenta el mismo tamaño (en ocasiones es extremadamente grande y su postura excesivamente "abierta"), ni los apóstoles están situados en idéntica posición. No hay tampoco una matriz común en el atavío de Cristo, puesto que sus ropajes varían de color y en ocasiones aparece semidesnudo.

La exposición resulta impactante, sorpresiva, incluso en algún punto chocante. Una primera disensión artística, que en este caso es más bien epistemológica, es un tipo de representación de bendición diferente, de tradición bizantina; en el frontal del altar de Santa María de Cardet encontramos una Virgen tumbada, propio de los textos apócrifos; y quizá lo más impresionante y desconcertante de todo sea el frontal del altar de Farrera. Aquí el choque resulta incluso violento. Tenemos, otra vez, un Cristo central con los apóstoles a los lados. Pero esta vez, sus gestos no son serenos, contenidos, sino que resultan poco menos que brutales. Si aquí Cristo no es demasiado grande en comparación con los apóstoles, estos miran en dirección a Él, aunque algunos tienen la mirada perdida. Los gestos de todos ellos son demoledores, absolutamente tremebundos por la intensidad de su amargor, de su pesar. Todas las figuras están descarnadamente abatidas, y su expresividad es terrible.

En el final de la exposición nos topamos con esculturas del Niño con la Virgen, en bronce, crucifixiones en cobre, y alguna que otra figura en relieve...

Es por ello que no estamos ante una exposición "al uso": cristos con expresiones demasiado antrópicas, pero, incluso desde la perspectiva humana, excesivamente intensas, representaciones relativas a los evangelios apócrifos, bendiciones bizantinas... Todo ello convierte la exposición en algo rico, variado e impactante: en resumen, muy recomendable por su carga de "exotismo".




Dirección: Paseo de Recoletos, 233, 28004, Madrid. Del 10 de Febrero al 15 de Mayo 2011.
Horario: Lunes: 14:00-20:00.
             Martes a Sábado: 10:00-20:00
             Domingos y festivos: 11:00-19:00.
Entrada gratuita.